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Glosario "El Otro Cielo"

 Aquí dejo el glosario que hice de las palabras que no comprendia en la cita de el cuento "El Otro Cielo"


Cita de donde las palabras fueron extraidas:

"A eso siguió más vino, la evocación de diversas madres y episodios sobresalientes de la

infancia, y una sopa de cebolla que Josiane y la Rousse llevaron a lo sublime en la cocina

del café mientras Albert, el patrón y yo nos prometíamos amistad eterna y muerte a los

prusianos. La sopa y los quesos debieron ahogar tanta vehemencia, porque estábamos casi

callados y hasta incómodos cuando llegó la hora de cerrar el café con un ruido interminable

de barras y cadenas, y subir a los fiacres donde todo el frío del mundo parecía estar

esperándonos. Más nos hubiera valido viajar juntos para abrigarnos, pero el patrón tenía

principios humanitarios en materia de caballos y Ø montó en el primer fiacre con la Rousse

y Albert mientras me confiaba a Kikí y a Josiane quienes, dijo, eran como sus hijas.

Después de festejar adecuadamente la frase con los cocheros, el ánimo nos volvió al cuerpo


mientras subíamos hacia Popincourt entre simulacros de carreras, voces de aliento y lluvias

de falsos latigazos. El patrón insistió en que bajáramos a cierta distancia, aduciendo razones

de discreción que no entendí, y tomados del brazo para no resbalar demasiado en la nieve

congelada remontamos la rué de la Roquette vagamente iluminada por reverberos aislados,

entre sombras movientes que de pronto se resolvían en sombreros de copa, fiacres al trote y

grupos de embozados que acababan amontonándose frente a un ensanchamiento de la calle,

bajo la otra sombra más alta y más negra de la cárcel. Un mundo clandestino se codeaba, se

pasaba botellas de mano en mano, repetía una broma que corría entre carcajadas y chillidos

sofocados, y también había bruscos silencios y rostros iluminados un instante por un

yesquero, mientras seguíamos avanzando dificultosamente y cuidábamos de no separarnos

como si cada uno supiera que sólo la voluntad del grupo podía perdonar su presencia en

ese sitio. La máquina estaba ahí sobre sus cinco bases de piedra, y todo el aparato de la

justicia aguardaba inmóvil en el breve espacio entre ella y el cuadro de soldados con los

fusiles apoyados en tierra y las bayonetas caladas. Josiane me hundía las uñas en el brazo y

temblaba de tal manera que hablé de llevármela a un café, pero no había cafés a la vista y

ella se empecinaba en quedarse. Colgada de mí y de Albert, saltaba de tanto en tanto para

ver mejor la máquina, volvía a clavarme las uñas, y al final me obligó a agachar la cabeza

hasta que sus labios encontraron mi boca, y me mordió histéricamente murmurando

palabras que pocas veces le había oído y que colmaron mi orgullo como si por un momento

hubiera sido el amo. Pero de todos nosotros el único aficionado apreciativo era Albert;

fumando un cigarro mataba los minutos comparando ceremonias, imaginando el

comportamiento final del condenado, las etapas que en ese mismo momento se cumplían en

el interior de la prisión y que conocía en detalle por razones que se callaba. Al principio lo

escuché con avidez para enterarme de cada nimia articulación de la liturgia, hasta que

lentamente, como desde más allá de él y de Josiane y de la celebración del aniversario, me

fue invadiendo algo que era como un abandono, el sentimiento indefinible de que eso no

hubiera debido ocurrir en esa forma, que algo estaba amenazando en mí el mundo de las

galerías y los pasajes, o todavía peor, que mi felicidad en ese mundo había sido un preludio

engañoso, una trampa de flores como si una de las figuras de yeso me hubiera alcanzado

una guirnalda mentida (y esa noche yo había pensado que las cosas se tejían como las flores

en una guirnalda), para caer poco a poco en Laurent, para derivar de la embriaguez inocente


de la Galerie Vivienne y de la bohardilla de Josiane, lentamente ir pasando al gran terror, a

la nieve, a la guerra inevitable, a la apoteosis de los cincuenta años del patrón, a los fiacres

ateridos del alba, al brazo rígido de Josiane que se prometía no mirar y buscaba ya en mi

pecho dónde esconder la cara en el momento final. Me pareció (y en ese instante las rejas

empezaban a abrirse y se oía la voz de mando del oficial de la guardia) que de alguna

manera eso era un término, no sabía bien de qué porque al fin y al cabo yo seguiría

viviendo, trabajando en la Bolsa y viendo de cuando en cuando a Josiane, a Albert y a Kikí

que ahora se había puesto a golpearme histéricamente el hombro, y aunque no quería

desviar los ojos de las rejas que terminaban de abrirse, tuve que prestarle atención por un

instante y siguiendo su mirada entre sorprendida y burlona alcancé a distinguir casi al lado

del patrón la silueta un poco agobiada del sudamericano envuelto en la hopalanda negra, y

curiosamente pensé que también eso entraba de alguna manera en la guirnalda, y que era un

poco como si una mano acabara de trenzar en ella la flor que la cerraría antes del amanecer.

Y ya no pensé más porque Josiane se apretó contra mí gimiendo, y en la sombra que los dos

reverberos de la puerta agitaban sin ahuyentarla, la mancha blanca de una camisa surgió

como flotando entre dos siluetas negras, apareciendo y desapareciendo cada vez que una

tercera sombra voluminosa se inclinaba sobre ella con los gestos del que abraza o

amonesta o dice algo. al oído o da a besar alguna cosa, hasta que se hizo a un lado y la

mancha blanca se definió más de cerca, encuadrada por un grupo de gentes con sombreros

de copa y abrigos negros, y hubo como una prestidigitación acelerada, un rapto de la

mancha blanca por las dos figuras que hasta ese momento habían parecido formar parte de

la máquina, un gesto de arrancar de los hombros un abrigo ya innecesario, un movimiento

presuroso hacia adelante, un clamor ahogado que podía ser de cualquiera, de Josiane

convulsa contra mi, de la mancha blanca que parecía deslizarse bajo el armazón donde algo

se desencadenaba con un chasquido y una conmoción casi simultáneos. Creí que Josiane

iba a desmayarse, todo el peso de su cuerpo resbalaba a lo largo del mío como debía estar

resbalando el otro cuerpo hacia la nada, y me incliné para sostenerla mientras un enorme

nudo de gargantas se desataba en un final de misa con el órgano resonando en lo alto (pero

era un caballo que relinchaba al oler la sangre) y el reflujo nos empujó entre gritos y

órdenes militares. Por encima del sombrero de Josiane que se había puesto a llorar

compasivamente contra mi estómago, alcancé a reconocer al patrón emocionado, a Albert


en la gloria, y el perfil del sudamericano perdido en la contemplación imperfecta de la

máquina que las espaldas de los soldados y el afanarse de los artesanos de la justicia le iban

librando por manchas aisladas, por relámpagos de sombra entre gabanes y brazos y un afán

general por moverse y partir en busca de vino caliente y de sueño, como nosotros

amontonándonos más tarde en un fiacre para volver al barrio, comentando lo que cada uno

había creído ver y que no era lo mismo, no era nunca lo mismo y por eso valía más porque

entre la rué de la Roquette y el barrio de la Bolsa había tiempo para reconstruir la

ceremonia, discutirla, sorprenderse en contradicciones, jactarse de una vista más aguda o de

unos nervios más templados para admiración de última hora de nuestras tímidas

compañeras."

Palabras extraidas:

Apoteosis: Gran entusiasmo o enalzamiento de algo.

Bohardilla: Espacio entre el tejado y el techo, pequeña habitación

Evocación: Recordar algo o traerlo de la imaginación

Fiacre: Carruaje

Gabanes: Abrigo, sobretodo.

Guirnalda: Tejido de flores y ramas.

Hopalanda: Prenda de vestir amplia y holgada antigua.

Liturgia: Orden y forma con que se llevan a cabo las ceremonias de culto en las distintas religiones. En el caso del cuento refiere a las acciones repetidas de la guillotina.)

Nimia: Algo sin importancia

Prestidigitación: Capacidad de distraer un publico para hacer un truco.

Vehemencia: Con pasión, fuerza o impulsivo

Yesquero: Encendedor que usa yesca.


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